domingo, 25 de septiembre de 2011

RETO: Un día increíble en la escuela


Atentos ruidero y ruideras.

Se viene otro reto. Y éste viene pesado como un morral para el primer día del colegio, con libros, sacapuntas, colores, reglas, cuadernos, borradores, compases, cartucheras y unos lentes de sol. Bueno, no estamos seguros de que esto último lo manden en los colegios. Pero es que precisamente este reto va de colegios y cosas extrañas que puedan suceder en ellos. Y esto es así, porque pensamos que el inicio de clases sería una buena excusa para escribir algo creativo.

Su misión, si deciden aceptarla, es escribir un cuento sobre un colegio en el que pasa algo muy, muy pero muy extraño, que nadie nunca, jamás, esperaría ni imaginaría. Y además, deben contarnos qué hacen los niños y las demás personas de ese colegio para enfrentarse a esa situación extraña.

Así que pongan a pensar a sus cerebritos, tratando de imaginar la cosa más loca que pueda ocurrir en un colegio. Sabemos que algo bueno se les ocurrirá. Y si aún tienen dudas, o se están rascando la cabeza pensando que es muy difícil, aquí les dejamos un ejemplo, para que las ideas comiencen a salir.

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LO QUE EL HIELO NOS DEJÓ

Eran las 9 de la mañana y faltaba media hora para el recreo. Hacía calor. Pero, decir que hacía calor era decir poco. En realidad, el sol estaba tan caliente que el agua hervía dentro de los termos que cada uno de los niños llevaba en sus bolsos. Los lápices, los cuadernos, incluso los pupitres y el pizarrón, parecían derretirse ante nuestros ojos. Mi garganta estaba tan seca, que no dejaba de pensar ni un solo segundo en la limonada que me tomaría apenas sonara el timbre, si es que el timbre no se rostizaba primero. Le pedí permiso a la profesora para abrir la ventana, y al hacerlo, después de creer que no había más que calor, una brisa fría, friísima, nos acarició el rostro, como cuando abres el congelador para sacar un helado. Dentro del salón, todos nos contentamos y agradecimos, aunque no podíamos explicarnos de dónde venía esa rara brisa, que después de ese soplo desapareció. Pero lo más raro pasó cinco minutos después. Por la ventana entró una cosa blanca, diminuta, que parecía un trocito de papel rasgado, y que se volvió agua apenas tocó el piso. Unos segundos después, millones de esos papelitos comenzaron a caer del cielo, y algunos entraban por la ventana. Ninguno de nosotros había visto jamás la nieve. Pero pronto nos dimos cuenta que justamente de eso se trataba. Estaba nevando. En nuestro colegio estaba nevando. Y en ningún otro lado del pueblo lo hacía.

Dos horas después, y en medio del recreo más largo de mi vida, todo el colegio estaba blanco, blaquísimo, como si hubiesen aterrizado encima un montón de nubes. Los niños habían soltado las tablas de los pupitres para hacer trineos y esquís, y por cualquier esquina podías ver las competencias, así como las guerras de bolas de nieve. Un chico había hecho una divertida estatua con la cara del director. Y yo estaba acostado en el piso, junto a la chica que me gusta, haciendo angelitos, aleteando feliz brazos y piernas, cuando me di cuenta que la nieve no iba a parar, y que los niños tendríamos que hacer algo antes de que el colegio quedara completamente tapado. Mis mejores amigos y yo nos reunimos para pensar cómo salvaríamos al colegio, y no tardamos en darnos cuenta que la solución era sacar la nieve a las calles del pueblo. Uno de los chicos más grande, que tenía una voz fuerte, gritó por encima de todos los ruidos y les avisó a cada niño de lo que tendrían que hacer. En un santiamén, niños y niñas, grandes y pequeños, comenzaron a tomar puñados de nieves en sus manos y en sus morrales y los sacaron del colegio, hacia las diferentes calles del pueblo. Nuestra idea era que cuando la nieve tocara las calles del pueblo se derritiera con su calor; pero nuestra sorpresa fue que no lo hizo. Y una fina capa de nieve se quedó pegada durante 5 días en todos los rincones del pueblo. Y así fue que vivimos los cinco días más fabulosos de nuestra infancia, disfrutando de las fiestas y de los juegos, que aquel hielo suave nos dejó. 

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