Hola a todos los ruideros y amigos del ruido. Después de
muchos días sin escribir por aquí, hemos regresado a lo grande, para compartir
la bitácora de una aventura grandiosa que vivimos poquísimas horas atrás. Si
bien hay aventureros de todas las clases (los que buscan tesoros, los que
rescatan navíos, los que descubren fósiles, los que sortean peligros), esta fue
una aventura muy silenciosa, pero que dejó en el ambiente y en algunas mentes
un eco de ruido: el hermoso ruido de los acentos. Nos equipamos con tildes
multicolores y salimos a la calle cual vaqueros del viejo oeste a practicar
nuestra puntería con algunas vallas y letreros. Solo que en vez de dejarle
agujeros de balas, marcamos fuertemente los acentos en aquellas palabras que,
con tristeza y decaimiento, reclamaban lo que les hacía falta. Y, aunque
contamos con aliados y tuvimos que hacerle frente a detractores, logramos hacer
el ruido suficiente para dejar la calle un poco más entonada. Porque fueron
unas cuantas las letras que dejaron de cantar una melodía átona forzada, y al
fin afinaron sus cuerdas “vocales” según su espíritu (la ortografía) les
dictaba.
Muy bien, sabemos que los hemos enredado un poco con estas
palabras. Pero déjennos contarles un poco mejor cómo empezó esta historia.
Aunque parezca mentira, esta aventura no nació aquí en
nuestro país, y nació hace ya algo de tiempo. El 23 de junio de 2009, un joven
llamado Pablo Zulaica Parra, decidió que en la calle había una gran cantidad de
palabras a las que les faltaban acentos como para quedarse sin hacer nada. Y por
ello imprimió algunos acentos adhesivos, con un pequeño manifiesto, y tocó las
puertas de negocios y locales para pedirle a sus dueños que le permitieran
corregir la falta de acentos de sus letreros. Pablo no quería hacer burla del
error. Pablo esperaba cambiar un poco el desinterés que en ocasiones mostramos
por las palabras. Porque somos lo que escribimos y, como dice él “si escribimos
bien, nos vemos mejor”. Así que desde entonces, Pablo ha contagiado a muchísimas
personas, de muchos países, que desean cambiar la cara de sus ciudades,
empezando por su ortografía. El movimiento que Pablo Zulaica empezara en junio
del 2009, llamado “Acentos Perdidos”, ya existe en más de una docena de países,
ha inspirado una obra de teatro y un libro infantil. Y como es un movimiento de
libre participación (el que quiera se suma), nosotros aquí en “El ruido de la
casa”, los dos tíos y los tres sobrinos, hemos decidido sumarnos y marcar con
tildes la importancia que le damos a esta causa.
Es por esto que, ayer, 24 de marzo, hicimos nuestra propia
versión ruidera de esta idea, y salimos a las calles de las Quintas de
Naguanagua a cazar acentos perdidos. Eso sí, antes de salir, nos aseguramos de
preparar unos acentos divertidos y alegres, como nosotros. Así que tomamos el
modelo de tilde del proyecto, y con colores, marcadores, creyones y tizas, los
rellenamos con nuestros diseños. Luego, bien equipados y con mucha energía
positiva, de esa que nos llena cuando hacemos cosas buenas, salimos a la calle
los 5 ruideros. Con un pequeño juego de cartas, con números del 1 al 6, se
decidía la suerte de quién podía colocar su acento.
En algunos sitios no nos recibieron muy bien. Pero en otros
nos dieron un gran recibimiento, y hasta se mostraron emocionados e
interesados. En un principio, solo conseguíamos que nos dejaran tomar la foto
con el acento colocado desde lejos. Pero ya, después de algunos intentos,
conseguimos dejar huella con nuestros primeros acentos perpetuos. Fue allí
donde nos dimos cuenta que se nos había olvidado traer el marcador con el que rellenaríamos
la explicación del porqué las palabras corregidas llevaban acento. De modo que
todos los acentos colgados quedaron con la explicación en blanco; pero igual
nos hemos propuesto volver, marcador en mano, a terminar el trabajo. Porque
esto de corregir acentos es cosa seria, y no se va a quedar en este único día. También
olvidamos tomar algunas fotos del “antes”, con las palabras sin acento; tanta
era nuestra emoción por ponerle a las letras su sombrero.
Y como toda aventura tiene sus inconvenientes, uno de los
ruideros salió lastimado en plena batalla. Para volver esdrújulo a un “miercoles"
colgado muy lejano en las alturas, el ruidero Antonio tuvo que escalar sobre
los hombros de su Tío Víctor. Y una vez cumplido su objetivo, durante la complicada
logística del bajado, su espalda tropezó con una viga del techo. Fue imposible
para nosotros no pensar en aquel malévolo refrán de abuelitas que reza que “la
letra entra con sangre”, aunque afortunadamente aquí no hubo de eso, y apenas
quedó un breve dolor, el cual quedó opacado por el orgullo de la labor, y por
un helado que compartimos al final para celebrar la jornada. Los dueños de la
tienda de helados quedaron sorprendidos por las extrañas combinaciones de
sabores escogidas por el grupo de ruideros. Pero, lo que no sabían ellos, es
que los aventureros somos así de arriesgados.
No nos queda más que recordar esta magnífica tarde, y agradecer
a los dueños de los locales comerciales que confiaron en nosotros y se
atrevieron a acentuar. En el fondo (no nos cabe duda) también ellos son unos
ruideros.
Para terminar, aquí les dejamos las evidencias fotográficas
de esta bitácora, que no “bitacora”, porque no hay aventura grave ni llana, sin
su bitácora esdrújula y su emoción aguda.
Jugando limpio, devolvemos el hiato a ALCALDÍA y acentuamos un AUTÉNTICO esdrújulo. |
Dos hiatos perdidos y recuperados efímeramente por nuestras ruideras. |
Un hermoso acento en la "i" para combinar con la santamaría y devolver el hiato. |
Una "pastelería" donde se vende "café" agudo... bien acentuado. |
2 comentarios:
Excelente jornada y cómo supimos divertirnos! ojalá se repita nuevamente.
siiii , los mios son:
1 pastelerÍa
2 cafÉ
3 ChacurterÍa
4 SiÉntase
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