martes, 6 de diciembre de 2011

Mi reseña de "¡No me toques!"


Título: ¡No me toques!
Texto: Thierry Lenain.
Ilustraciones: Stéphane Poulin.

Éste libro me ha encantado por muchas razones. Primero, tiene unos dibujos geniales, muy tétricos y exagerados. De verdad hacen que la historia luzca más terrorífica, como si la estuviéramos viendo a través de los ojos de la niña que la protagoniza, que tiene una tía muy fastidiosa, que siempre quiere darle besos que a ella no le gustan. Lo siguiente es que me encanta el mensaje. El libro trata de enseñarnos que “mi cuerpo es mi cuerpo”, y nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a darle un beso, tocar o hacerle una caricia a otra persona, si esa persona no lo desea. Muchas veces los adultos olvidan que los niños y adolescentes son personas con derechos, y creen que están obligados a recibir pellizcos de cachetes, besos pegajosos, batidas de pelo, abrazos, y muchas cosas más. Lo importante es recordar que uno como niño puede decidir y decirle a esa persona, sea quien sea, tenga la edad que tenga, parezca buena o mala, sea fea o bonita, amiga de la casa, desconocida o familia: “¡No me toques!”. Yo de niño era muy cachetón y siempre que un adulto me veía quería pellizcarme los cachetes o sobarme la barriga (porque también era gordito), y eso a mí me daba mucha rabia; pero nadie me enseñó que “mi cuerpo es mi cuerpo”. Y ahora que soy grande, me da rabia cuando me monto en un autobús que tiene todos los asientos ocupados, y se monta alguna señora con un niño pequeño, y alguno de los que está sentado, carga al niño y se lo pone en sus piernas, sin preguntarle a la mamá o al niño, como si el niño fuera un muñequito, y no pudiera decidir si lo cargan a no. Todos los niños pueden decidir quién los carga, quién los abraza, e incluso, quién los cuida. Por eso me encanta que este libro pueda enseñarle eso a muchas personas, grandes y pequeñas. Yo diría que éste es un libro que debería estar en todas las casa, o cuando menos en todos los colegios. Me encantaría que muchísimos niños lo leyeran, y así ver por la calle a un ejército de chicos decididos diciéndole a los grandes: “Mi cuerpo es mi cuerpo”.


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